12
ABR
2014

Nos escriben desde Argentina...



    ¡Hola hermanos!

    ¿Cómo están?

    Bueno no sé cómo será el ritmo de vuestras vidas, pero supongo que debe ser como el de cualquier persona, a veces calma y otras no tanto.

    Hace mucho tiempo que no escribo una carta, unos 10 o 12 años y eso es algo raro, pues me agrada escribir. Creo que para mí es más fácil expresar mis sentimientos a través de una carta, pero quiero que sepáis que todo lo que plasmo en sus líneas, no son más que mi más puros sentimientos.

    Como les conté en la tele-conferencia, mi vida no ha sido muy buena desde mi niñez, hasta hace unos 10 años, que es el tiempo en el cual formo parte de una maravillosa familia. Recuerdo que yo era incapaz de tener un arrebato  de amor o solidaridad para con alguien. Mi vida había sido tan cruel, que no podía creer en nada, ni en nadie. Pero hubo un momento de mi turbulenta vida que aquello cambió, y mucho. Era el momento que yo creía que nada me importaba, ni siquiera mi vida. De hecho, no tenía contacto alguno con nadie, mi padre, mi madre, mi hermano. Poco me importaba si vivía o no y créanme que esa soledad fue el estado más doloroso de toda mi vida.

    Yo tuve de todo un poco en esa vida, pero la realidad de las cosas me mostró que nada tenía, ni siquiera valor para pedir ayuda. Entonces ocurrió el cambio, en el momento peor de todos mis estados, yo pude pedir y eso le dio paz a mi corazón. Un corazón desecho, decepcionado, ultrajado, porque créanme mi corazón había sido ultrajado desde el momento mismo en el que tuve conocimiento de las cosas de este mundo.

    Entonces hermanos, con mi vida devastada y con toda mi incredulidad, sólo, en el sitio peor para cualquier persona, yo descubrí el poder de Dios. Si allí, entre rocas y barrotes y la incertidumbre de no saber por qué? Ni para qué? Yo le pedí a Dios por primera vez y de corazón. Ayúdame oh Dios si en verdad estas ahí, si en verdad te importo, si en verdad tú crees en mi y si puedo ser distinto.

    Ayúdame, dame paz, dame amor, ya no quiero sufrir más, ya no puedo más. Y entonces, en el medio de la nada de mi vida, yo sentí calma, sentí su poder, el poder del amor, al cual siempre me negué. Sentí paz y la necesidad de escapar de allí, de volar y créanme, volé, volé lejos de muros y rocas, lejos del dolor y de la desazón, lejos de gritos y angustias, lejos del mal de mi vida. Comprendí que de nada sirve abrumarse con las miserias de este mundo y comencé a buscar ayuda. Aprendí a pedir perdón, aprendí a perdonar y esto le dio a mi vida un sentido, sentido que logró despertar en mí lo que yo no creía , el amor. El amor que me tiene aquí escribiendo esta carta, el amor que me ayuda a descubrir que no era lo que creía. El amor que me lleva a pedir la bendición de Dios. Porque como dijo algún filosofo o poeta “los esposos piden la bendición de Dios, porque amarse para siempre es la temeridad de las empresas”. O aquel que escribió “ Todo lo que se hace por amor, se hace más allá del bien y del mal”. O como dijo San Agustín “La medida del amor, es amar sin medida”.

    Sí hermanos, descubrí como desde el principio de los tiempos, novelistas, músicos, poetas, filósofos y hombres de bien y fe, han tratado de entender e interpretar al mayor motor de este mundo: El amor, ese que mueve montañas, al que algunos llaman ciego y del que Teresa de Calcuta decía que había que estirar hasta que duela, y si dolía, era una buena señal.

    Que más podría yo escribirles, o decirles, no lo sé, sólo tengo la certeza de que es el amor de Dios, quien a través  de la distancia y el tiempo, ha hecho que nuestras vidas se encuentren. Yo sé fehacientemente que todos ustedes tenéis problemas con los cuales lidiar, quizás más de los que yo tengo que lidiar. Pero yo quiero decirles que no importa el dinero, lo que importa es lo que ustedes sienten que les hace bien y si les hace bien ayudar a mi familia, yo les estoy infinitamente agradecido.

    Pero más agradecido le estoy a nuestro Dios, por haberme permitido dar mi testimonio ante ustedes. Yo soy hoy la muestra, mejor dicho, una muestra de que con el poder del amor de Dios, todo se puede. Quiero que sepan que mis hijos, Franco, Antonella, Brian, Lautano, Lourdes, Valeriano, Malaquías y Juliana Jimara (ahijada de Madre Covadonga), estarán más protegidos con su propia casita. Quiero que sepan que todo lo que ustedes, con la ayuda de nuestro Dios logren, será para ellos y para la persona que le dio a mi vida el amor que tanto bien me hace. Mirta Verónica, mi prometida, la madre de mis hijos. La que me hizo ver el mundo desde otro lado y esa nueva visión me hace mucho más feliz y fuerte para encarar cualquier proyecto. La que me enseñó a amar, valorar y agradecer la vida.

    Sí, yo les doy testimonio de que no es más que la fuerza de nuestro Dios. Yo que era un ser arrastrando miseria, hoy soy un ser con ganas de vivir y luchar por lo que es y debería ser lo más importante para todo ser. Amar y ser amado.

    Tampoco quiero dejar pasar la oportunidad de decir que la madre Covadonga es también un ser muy importante en mi vida y en la vida de muchos otros. De más está decirlo porque quien la conoce, sabe de sobre manera lo que es su misión.

    Quiero despedirme de todos vosotros con el más cálido mensaje de amor y esperanza y recordarles que no tiene importancia lo que suceda con vuestra colecta. Sólo la fuerza de vuestra fe y la mía, será la que nos de lo único que puede superarlo todo. Amor.

    Sin más que decir me despido de ustedes con algo que escribí hace algún tiempo: “La vida está llena de laberintos, y los hombres a veces, somos como navíos perdidos en un mar tempestuoso e incierto. Pero en la vida hay caminos que se bifurcan y caminos que se revuelven”.

    Que Dios les bendiga, a vosotros y a vuestras familias.

    Con amor, paz y esperanza…

     

    PD: Ya hemos conseguido el lugar donde construir el hogar de nuestra familia.

    ¡¡Que Dios les bendiga!!     


Escribir un comentario

No se aceptan los comentarios ajenos al tema, sin sentido, repetidos o que contengan publicidad o spam. Tampoco comentarios insultantes, blasfemos o que inciten a la violencia, discriminación o a cualesquiera otros actos contrarios a la legislación española, así como aquéllos que contengan ataques o insultos a los otros comentaristas.

Página web desarrollada con el sistema de Ecclesiared

Aviso legal | Política de privacidad | Política de cookies