Hoy nos dice el Señor por medio del profeta Malaquías ?mirad coma yo envío mi mensajero para que prepare el camino ante mí?. Es verdad que en este tiempo de Adviento la iglesia no ha dejado de invitarnos a preparar en cada uno de nosotros el camino al Señor, pero en realidad, casi sin darnos cuenta, ha sido él quien con su gracia ha ido preparando nuestros corazones para acoger aquel que ha venido que viene y que vendrá cada día con su gracia. La gracia y elección de Dios, como un Padre que nunca deja de pensar en nosotros nos precede. ?Mi esperanza, nuestra esperanza, está precedida por la espera que Dios cultiva con respecto a nosotros. Sí, Dios nos ama y precisamente por eso espera que volvamos a él, que abramos nuestro corazón a su amor? (Benedicto XVI, Homilía I domingo de Adviento 2007). Por eso repetiremos hoy, llenos de confianza, con la antífona del salmo responsorial: ?levantaos, alzad la cabeza: se acerca vuestra liberación?.
?El Señor está cerca: venid, adorémoslo?. Nos quedan dos días para el gran acontecimiento de la Navidad. Acerquémonos, como de puntillas, a la cueva de Belén, donde tuvo lugar el acontecimiento extraordinario que cambió el rumbo de la historia: el nacimiento del Redentor. Esto es lo realmente definitivo, lo que de verdad importa. Benedicto XVI nos ponía como en aviso del riesgo de perder esta perspectiva. ?En la actual sociedad de consumo, este período sufre, por desgracia, una especie de ?contaminación? comercial, que corre el peligro de alterar su auténtico espíritu, caracterizado por el recogimiento, la sobriedad y una alegría no exterior sino íntima. (?) La Madre de Jesús mejor que nadie puede guiarnos a conocer, amar y adorar al Hijo de Dios hecho hombre. Así pues, dejemos que ella nos acompañe; que sus sentimientos nos animen, para que nos preparemos con sinceridad de corazón y apertura de espíritu a reconocer en el Niño de Belén al Hijo de Dios que vino a la tierra para nuestra redención? (Benedicto XVI, Audiencia 11-XII-2005).
Pidamos al Señor que, como nos recuerda el evangelio de hoy, se nos ?suelte la boca y la lengua y empecemos a hablar bendiciendo a Dios? como a Zacarías, que seamos como Juan Bautista mensajeros de esta gran noticia. De una forma que sólo él conoce, la comunidad cristiana puede apresurar la venida final, ayudando a la humanidad a salir al encuentro del Señor que viene. Y lo hace, ante todo, pero no sólo, con la oración. Como dice la santa Teresa de Calcuta en una entrevista concedida en 1987, ?Dios habla en el silencio del corazón. [?] El fruto de ese silencio es la oración. El fruto de la oración es la fe. El fruto de la fe es el amor. El fruto del amor es el servicio. Y el fruto del servicio es la paz. Porque la paz proviene de quien siembra el amor transformándolo en acción?.
Le pedimos a nuestra Madre, que nos guie en ese camino que conduce a su Hijo y, como quienes presenciaron la circuncisión del Bautista, ?sobrecogidos? descubramos quién es ese Niño postrado en un pesebre en Belén.
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